Todo empezó en Isfahan, Irán. El esplendor de la ciudad de Sha Abbas despertó en mi curiosidad por conocer otros países por los que había pasado la famosa Ruta de la Seda. Oí hablar de un país en el corazón de Asia central, Uzbekistán, que había tenido un papel importante en las rutas comerciales entre Europa y Asia, de Timur (Tamerlán) y su capital, Samarcanda y decidí que tenía que visitar ese país.
 
 
 Llegar a Uzbekistán no es fácil. El primer obstáculo es el del visado. En España no había, hasta este mes de mayo, embajada uzbeka (la más próxima era la de París). Nosotros optamos por recoger el visado a la llegada al aeropuerto de Tashkent en vez de enviar el pasaporte a París. Para hacerlo, necesitamos que una agencia local uzbeka nos ayudara con los trámites. En nuestro caso se encargó orexca.com.

 

Nuestro periplo empezó tras nuestra llegada al aeropuerto internacional de Tashkent. Llegamos a las 3 de la madrugada en un vuelo procedente de Moscú y no había ningún funcionario en el mostrador de visados. Preguntamos a otro funcionario del aeropuerto y nos dijo que llegaría una persona. Pasó una hora y llegaron dos vuelos más. Volvimos a preguntar y obtuvimos la misma respuesta. Mientras tanto, la cola de personas que esperaban tramitar sus visados se iba haciendo más larga. Cerca de allí, frente a las casetas del control de pasaporte, la gente se discutía y apelotonaba frente al mostrador. !No había ninguna cola y todo el mundo intentaba pasar delante de los demás!!. Eso es lo que nos esperaba a nosotros cuando consiguiéramos nuestro visado. Después de una hora y media llegó el funcionario de los visados. Recogió los 8 primeros pasaportes con sus correspondientes documentos acreditativos y se fue sin más. Pasó una hora más, y el funcionario volvió con los pasaportes y los visados.

Después vino la cola del control de pasaportes. A continuación, la recogida de equipaje y por último el control de equipaje. Total de tiempo transcurrido desde nuestra llegada a Tashkent hasta pasar el último control: 4:30 horas. Tras pasar el control de equipajes un enorme cartel escrito en ruso nos daba la bienvenida a Uzbekistán.

 La entrada al país fue dura, y me recordó a un periplo similar en Armenia. Pero finalmente estábamos en Uzbekistán. Uzbekistán es un destino aún no masificado con un patrimonio cultural muy interesante. Entre los monumentos principales hay mezquitas, madrasas, caravanserais y bazares. Personajes importantes de la historia como Avicena, Ulugbeg o Al-khorezmi nacieron en el actual territorio de Uzbekistán.

 

 Nuestra ruta empezó visitando la capital Uzbeka, Tashkent. De allí cogimos un avión que nos llevó a Urgench (aeropuerto más cercano a Jiva). Tras visitar Jiva, recorrimos por carretera el desierto que separa Jiva de Bujara (5:30 horas de trayecto). Finalmente, tras visitar Bujara llegamos por carretera via Shahrisabz a la capital del imperio de Tamerlán, Samarcanda.

Además de esta ruta clásica, Uzbekistán cuenta con otros lugares interesantes, como por ejemplo la ciudad de Muynak, hace unas décadas un puerto importante en el mar de Aral. Actualmente, los planes extensivos de irrigación iniciados en la época soviética están provocando la desaparición del mar. Cerca de Muynak se pueden ver los esqueletos de los barcos que estaban amarrados en el puerto (más información sobre el desastre del mar de Aral). O el valle de Fergana, un oasis situado al este del país, con abundates recursos naturales.