Cuando nació nuestro primer hijo continuamos viajando, aunque sustituimos los destinos lejanos por otros de corta o media distancia. A pesar de que seguimos viajando, algunas cosas cambiaron. El equipaje aumentó para incluir pañales, toallitas, mochila de porteo o carrito, biberones etc. El ritmo del viaje también cambió. Ya no pudimos viajar como lo hacíamos antes, tuvimos que adaptarnos a las necesidades de nuestro pequeño. Los viajes eran más cansados ya que no dormíamos las noches enteras (hasta que cumplió los tres años), no podíamos hacer tantas visitas/excursiones y algunas no consideramos oportuno hacerlas con un bebé tan pequeño. Pero al nacer nuestro segundo hijo, la cosa se complicó, no sólo teníamos que ocuparnos de un niño sino de dos…

 

Viajar con dos niños pequeños transformó nuestra manera de viajar. Lo primero fue el cambio de ritmo. Sin darnos cuenta nos pasamos al Slow Travel, sin siquiera saber lo que era (podéis leer nuestra entrada “Slow travel: una opción mejor para viajar con niños”). El segundo cambio fue a nivel logístico. Con los años habíamos aprendido a  viajar con poco equipaje, pero con los niños tuvimos que incorporar un montón de cosas para ellos: cochecitos, más ropa, biberones, pañales, cuentos, juguetes, etc. El tercer cambio afectó al tipo de viaje. Empezamos a buscar lugares donde los niños pudieran disfrutar y cambiamos los viajes largos en avión por los viajes en coche.

Basándonos en nuestra experiencia os ofrecemos una serie de consejos para viajar con niños pequeños.

  1. Hay que respetar los horarios y ritmos de los niños pequeños siempre que sea posible. Si no lo hacemos ellos se sentirán mal debido al cansancio, sueño o hambre. Y ese malestar los vas a tener que gestionar tu.

Los bebés y niños pequeños suelen hacer siestas y suelen comer a unas horas concretas. No respetar su hora para la siesta hará que esté cansado e irritable. Lo mismo sucederá si no respetamos su horario de comidas.

Para resolver estos problemas, tras el nacimiento de nuestro segundo hijo, decidimos empezar a viajar en coche. Este cambio supuso varias ventajas. La primera es que los niños duermen bien en el coche, así que los niños pueden hacer su siesta cuando tienen sueño. Eso es más difícil si a la hora de la siesta tienes que coger un avión o un autobús. La segunda ventaja es la posibilidad de cargar más equipaje en el maletero. La tercera es la posibilidad de hacer paradas cuando uno de los niños necesita un descanso o un aparada. Finalmente, al viajar en coche podemos ir a comprar al supermercado de turno, obtener lo que necesitamos para un día de picnic o una cena y cargarlo tranquilamente en el vehículo.

Algunos viajes los hemos hecho con nuestro propio vehículo, lo que nos permitió viajar más días porque nos ahorrábamos el avión para 4 o/y coche de alquiler.

La segunda cosa que aprendimos es que la edad de los niños es importante y que a cada edad van mejor unas actividades que otras. Por ejemplo, cuando nació nuestro primer hijo, pasamos un primer verano muy duro. Él pasaba mucho calor y se despertaba a menudo. Teniendo eso en cuenta, planificamos viajes a lugares con temperaturas más frescas (viaje al valle de Arán o al Tirol austriaco). A partir de los 18 meses las molestias por el calor bajaron considerablemente y a los 2 años y medio pudimos ir en pleno mes de Julio a Agia Roumeli (Creta) a una boda griega, sin que el intenso calor molestara demasiado a nuestro pequeño. A partir, de los 2 años y medio aproximadamente, eliminamos el carrito de bebé porque nuestros hijos caminaban bastante sin cansarse. La eliminación del carrito de bebé fue un gran hito en nuestros viajes.

3. Aprendimos a adaptar los viajes a los niños. Es decir, buscamos destinos en los que tanto ellos como nosotros pudiéramos disfrutar. Por ejemplo: dejamos de hacer escapadas a grandes ciudades por diversos motivos. En primer lugar, porque eran escapadas cortas, que no daban tiempo a los niños a adaptarse al nuevo lugar cuando a los pocos días teníamos que volver a casa. En segundo lugar porque ellos disfrutaban más en lugares en contacto con la naturaleza y no masificados. Además de seleccionar el destino para que pudiéramos disfrutarlo todos, también tuvimos que adaptar los planes durante los viajes. Procuramos que todos pudiéramos hacer alguna cosa que nos gustara durante el viaje. Por ejemplo, en nuestro viaje a los Cotswolds los niños quisieron llegar hasta el parque de atracciones de Draton Manor para visitar Thomas Land. Ese día subieron a casi todas las atracciones de la zona de Thomas Land. Otro día ya de vuelta a casa nosotros escogimos visitar Stonehenge.

  1. Otra cosa que aprendimos es a no planificar en exceso las actividades de cada día. ¿Por qué? Pues porque cuando los niños encuentran algo que les interesa no tienen en cuenta el tiempo, pueden pasarse horas repitiendo lo mismo. Estos momentos de juego también forman parte del viaje. Como ellos disfrutan así el viaje, nosotros también hemos aprendido a disfrutar viéndolos jugar y del momento de paz que ello supone.

Un ejemplo muy ilustrativo es la visita al laberinto de maíz en el Perigord Noir. Ese día yo había planificado visitar los jardines de Marqueysac, pero poco antes de llegar vimos el desvío para el laberinto de Maíz, así que nos paramos. Yo pensé, que podíamos estar un ratito en el laberinto y después ir a los jardines. Pues bien, los niños disfrutaron tanto corriendo y perdiéndose por el laberinto, después dando de comer a las cabras de la granja y finalmente jugando en la zona de ocio especialmente preparada para los más pequeños, que pasamos allí toda la mañana. Antes de tener niños, nunca se me hubiera pasado por la cabeza parar en un lugar como ese.

No planificar en exceso tiene otra ventaja. Los niños pueden digerir o asimilar las vivencias del día. Por ejemplo, en nuestros viajes actuales solemos hacer visitas/excursiones o actividades por la mañana, de hecho normalmente solo una, con excepción de los días de ruta. Las tardes son para que en nuestro alojamiento cada uno haga lo que más le apetezca. Los niños suelen aprovechar las tardes para jugar o dibujar y estas pausas les permiten entender o asimilar las vivencias de la mañana.

  1. Hemos aprendido a intentar mantener ciertas rutinas durante los viajes, sobre todo si son largos. Los niños viven más tranquilos si tienen rutinas diarias o hábitos. Aunque es difícil mantener las rutinas que tenemos en casa mientras estamos de viaje, nosotros intentamos seguir alguna. Por ejemplo, una rutina muy fácil de mantener es el cuento antes de acostarse. No importa, si estás en casa o fuera. Siempre se puede contar un cuento antes de ir a dormir.
  1. Aprendimos a ahorrar en los viajes. Por que ahora el coste de viajar se multiplicaba por 2. Para ello, cambiamos el hotel por apartamento o casa rural. El apartamento o casa rural tiene diversas ventajas cuando viajas con niños pequeños. La primera es que suele ser algo más barato que alojarse en un hotel, sobre todo si te alojas una o dos semanas seguidas.

La segunda es que al estar equipado con cocina puedes preparar desayuno, comida y cena y ahorrarte una partida importante del presupuesto de viaje, la manutención. La tercera es que un apartamento o casa rural tiene más espacio, y los pequeños necesitan espacio.

  1. También aprendimos que los niños, sobretodo cuando son pequeños, echan de menos a sus abuelos y seres queridos, en viajes que no son cortos porque los sacan de sus rutinas, de lo que conocen.

 

  1. Aprendimos a preparar actividades o juegos para los niños cuando hay largas esperas, por ejemplo en el aeropuerto. A nosotros no nos gusta abusar de los dispositivos electrónicos para entretener a los niños. Pensamos, que un poco de aburrimiento les va bien, porque en esos momentos sale su creatividad y son capaces de crear o inventar el juego más increíble o inverosímil. Eso no es posible si a la más mínima oportunidad les ofrecemos un juego o una película. No obstante, eso también complica los momentos difíciles, como una espera en un aeropuerto por un retraso de tu vuelo. Para esas situaciones llevamos algún juego de cartas o juego de mesa que no ocupe mucho espacio, algún juguete pequeño o un cuaderno con colores para poder hacer un dibujo.
  1. Aprendimos a llevar los contratiempos con más buen humor y más calma. No existe el viaje perfecto. En un viaje siempre ocurren imprevistos. Y cuando viajas con niños como ellos nos imitan, lo que nosotros hagamos delante de la adversidad es el modelo que ellos seguirán. Por ejemplo, En uno de nuestros viajes por Francia, concretamente en Lille, nos encontramos que el día de nuestra vuelta, nos habían roto el cristal trasero el coche. Vieron la matrícula de un coche extranjero y pensaron que quizá dentro había algo de valor. No fue el caso. Pero era nuestro día de regreso y teníamos bastantes horas de coche hasta nuestra próxima parada en Lyon. En vez de maldecir por nuestra mala suerte, decidimos que yo me llevaría a los niños a pasear y Marc se iría a comisaría a hacer la denuncia para nuestro seguro y después a algún lugar que pudiera repararse el coche para continuar. Pues, en el apartahotel nos sugirieron visitar el zoo de Lille que era gratuito. Los niños disfrutaron mucho viendo los animales del zoo. El resultado fue que en vez de salir a las 7 a.m salimos a las 13 con un cristal provisional, pero contentos porque todo había ido razonablemente bien.

 

La buena noticia con la que me gustaría concluir esta entrada es que después de 8 años de viajar con nuestros hijos, ellos disfrutan mucho los viajes que hacemos en familia. Cuando se acerca la fecha de la próxima salida se ponen a preparar sus maletas entusiasmados. Disfrutan cada instante del viaje y explican sus vivencias a la vuelta. Se han convertido en auténticos niños viajeros.