Oasis con palmeras y las montañas del Atlas nevadas en la lejanía, sería la primera idea que me viene a la mente al recordar Marrakech. Una de las ventajas de visitar la ciudad de Marrakech en invierno es la de poder contemplar las cimas del Atlas nevadas. Marrakech es una ciudad nacida en un oasis; ciudad de jardines y herencia almorávide, con su medina y sus zocos y sobre todo, con la reina de las plazas: la plaza del Djemaa el Fna.

 

 

Nuestro amigo Toni nos comentó que hay que pasear por la plaza del Djemaa el Fna en diversos momentos del día, y así lo hicimos. Nada más levantarnos, nos dirigimos a través de la avenida de Mohammed V en dirección a la Kutubia, el alminar que se ve desde cualquier parte de la ciudad. En nuestro camino atravesamos las murallas que rodean la ciudad antigua. La Kutubia se halla muy cerca de la plaza del Djemaa el Fna por lo que fue nuestra primera parada. Se trata de uno de los edificios construidos por los Almorávides en su expansión hacia el norte (siglo XII) y sigue el modelo de la Giralda de Sevilla. Finalmente llegamos a La Plaza. Allí encontramos encantadores de serpientes, saltimbanquis, contadores de cuentos, mujeres que hacen dibujos con henna y diversos puestos donde se venden dátiles y otros donde se puede tomar un zumo de naranja recién exprimido por unos 10 dirhams. Alrededor de la plaza hay un montón de cafés y terrazas donde se puede hacer una parada, tomar un te a la menta y contemplar el deambular constante de gentes.

Y eso hicimos, nos adentramos en una de las calles laterales que parten de la plaza y deambulamos sin rumbo fijo.  Después de un par de horas recorriendo los callejones de la  medina regresamos a La Plaza para almorzar en una de las terrazas. Conviene mirar los precios de las terrazas antes de entrar en una, puesto que oscilan un poco. En nuestro caso escogimos una terraza donde ofrecían cuscus y tajín (un plato típico marroquí de carne y verduras que se cocina y se sirve en una cazuela de barro tapada). En otras terrazas ofrecen pizza y otros platos occidentales.

Por la tarde continuamos nuestro paseo por la medina de Marrakech, esta vez nos adentramos en los zocos. Los zocos están organizados en barrios o sectores según los diferentes oficios. Así, encontramos el zoco de las babuchas, el de los tintoreros, el del cobre o el del cuero entre otros. Pasear por los zocos es una auténtica experiencia, el bullicio y la actividad comerciante son la tónica. Si queréis comprar algún recuerdo, sin duda los zocos son el lugar ideal. Se vende casi de todo: desde babuchas, bolsos, chilabas, hierbas medicinales, frutos secos, y como no alfombras. Es imprescindible tomar se el tiempo necesario para el regateo, no se puede ir con prisas!. Y si ofrecéis un precio justo ambas partes quedarán satisfechas. Una de las cosas que más me sorprendieron agradablemente es la amabilidad de los comerciantes de los zocos (no tanto en las tiendas y paradas más cercanas a la Plaza). Por la tarde, al anochecer, regresamos a la Plaza. El ambiente era totalmente diferente. El centro de la plaza había sido invadido por un montón de puestos de comida en la calle. La comida es expuesta en cada parada y se prepara allí mismo. Pinchos de pollo y de ternera, pescado, cabezas de cordero, caracoles etc. Y por supuesto cenamos allí. En el chiringito donde cenamos nos ofrecieron una carta con los precios de los productos. No obstante, después de pedir lo que queríamos comer, parece que es habitual que te vayan trayendo tapas. Si no estáis dispuestos a pagar por ellas debéis decir que se las lleven. Ya estáis avisados. A nosotros nos avisó nuestro amigo Álvar el gran viajero y como todos sus consejos resultó muy útil.

 

A continuación os proponemos algunas visitas a lugares de interés de la ciudad, aunque per personalmente pienso que el encanto de Marrakech no se encuentra en sus monumentos sino en sus calles de la medina y en su Plaza. Los principales monumentos de la ciudad son la herencia algorávide. Nosotros visitamos las tumbas saadíes a las que se accede por un callejón a la izquierda junto al muro de la mezquita. En el recinto encontramos diversas tumbas situadas alrededor de un cementerio con flores. El principal inconveniente es la cola que tuvimos que hacer para ver el mausoleo principal. No se puede acceder al interior de dicho mausoleo, sólo se puede asomar uno a través de una puerta con una valla.

 La madrasa Ben Youssef (junto a la mezquita Ben Youssef que no puede ser visitada por los no musulmanes como ocurre con la mayoría de mezquitas del país) es una gran escuela coránica y puede ser visitada. El edificio cuenta con una rica decoración. Está situada junto al museo de Marrakesh (entrada 40 dirhams).

Ya en las afueras de la ciudad se puede pasear por el jardín de la Menara, seguramente habréis visto la foto del estanque, con el balcón de la Menara y el Atlas de fondo en algún folleto publicitario. El lugar se llena de gente que acude a pasar un rato por la tarde. Alrededor del estanque hay un campo de olivos que se llena de gente por las tardes y donde es posible que encontréis jóvenes cantando y tocando tambores. 

Desde hace poco Marrakech es más accesible desde Barcelona a través de un vuelo directo de Clickair y otro de RyanAir. La ciudad es un lugar ideal para pasar unos días tranquilos ya sea solos o acompañados. La mejor manera de visitar la ciudad es paseando, puesto que las distancias son relativamente cortas. Además abundas las calesas y el precio de los taxis no es excesivo (por ejemplo desde el barrio de Gueliz construido por los franceses al centro el taxi cuesta unos 30 dirhams. Hoteles los hay para todos los gustos: desde los ryads hasta las grandes cadenas hoteleras. Además Marrakech constituye el punto de partida para adentrarse en otros puntos de Marruecos, como por ejemplo, hacia el sur para visitar las Kashbas o Essauira en la costa del Atlántico.